martes, 23 de octubre de 2007

Semana 3: Simbolismo. Escuela de Pont Aven. Los nabis

¿Quiénes eran?

Entre los simbolistas encontramos a: Gustave Moreau, Odilon Redon, Pierre Puvis Chavannes, Carlos Schwabe, Edward Robert Huget, Herbert James Draper.

Entre los miembros de la escuela de Pont Aven: Emile Bernard, Charles Laval, Jacob Isaac Meyer Haan, Paul Serusier, Claude-Emile Schuffenecker, Cuno Amiet, Louis Anquetin y Roderico O’Connor.

Entre Los Nabis tenemos a: Pierre Bonnard, Ker Xavier Roussel, Felix Vallotton, Maurice Denis y Edouard Vuillard.

¿Qué hacían?
Anticipando a Freud y Jung, los simbolistas utilizaron la mitología y la imaginería onírica para crear un “lenguaje visual del alma”. Algunos expertos consideran que se trata más de una aproximación filosófica que un movimiento artístico en el estricto sentido del término.

En los pintores simbolistas pervive un interés por lo subjetivo, lo irracional, al igual que en el romanticismo. No se quedan en la mera apariencia física del objeto sino que a través de él se llega a lo sobrenatural, lo cual va unido a un especial interés por la religión. Los pintores ya no pretenden plasmar el mundo exterior sino el de sus sueños y fantasías por medio de la alusión del símbolo. La pintura se propone como medio de expresión del estado de ánimo, de las emociones y de las ideas del individuo, a través del símbolo o de la idea.

Entre los simbolistas y el grupo Los Nabis pueden encontrarse los miembros de la escuela de Pont Aven, cuyas obras se caracterizan por el uso libre del color, lo que resulta en una obra altamente decorativa. En esta forma de pintar ha influido mucho el conocimiento del arte primitivo y las estampas japonesas. Existe una voluntad de sintetizar las formas. Son una síntesis entre el estilo impresionista y el simbolista por lo que pueden ser considerados simbolistas, por su espíritu.

Los nabis son seguidores de las ideas estéticas de la escuela de Pont-Aven, pero no pertenecen a la Academia, o son desertores. Nabis significa profetas, en hebreo. Intentaron que el Impresionismo se acercase al Simbolismo, por lo que se les puede considerar simbolistas. Su concepción estética es fundamentalmente decorativa, por lo que lo que se plasma en el cuadro es un juego de sensaciones, más que una construcción intelectual.

Los nabis buscan en sus pinturas captar la desnuda realidad, aunque prácticamente sus aportaciones se quedan en una superficie plana cubierta de color. Muestran su desinterés por las apariencias fugaces y momentáneas del impresionismo, e intentan el modelado de los volúmenes y utilizan grandes manchas de colores puros. A los nabis les gusta el símbolo y las referencias a un mundo que está más allá.

Utilizan colores planos, con un gran sentido estético. Tienen una libertad absoluta a la hora de utilizar el color y las composiciones. Usaron todo tipo de materiales en sus cuadros, pintura, cola, cartón, etc., para diferenciar texturas, pero sin llegar al collage. Proyectaron vidrieras y usaron litografías y grabados para expresarse.

Decoraron teatros, portadas de libros, revistas y cualquier cosa que les solicitasen, trabajando por encargo. Esto implicó, por un lado que sus obras fuesen ampliamente conocidas y por otro que no fuesen únicas, sino que se imprimían y repetían, dando a la obra de arte una nueva dimensión. La obra de arte deja de ser única. A pesar de ello no crearon escuela.

¿Cómo lo hacían?

  1. Los simbolistas utilizan utilizaban colores fuertes para resaltar el sentido onírico de lo sobrenatural. El uso de colores pasteles, por parte de algunos artistas, junto con la difuminación del color
  2. No hay una lectura única, sino que cada obra puede remitir cosas distintas a cada individuo.
  3. La originalidad de la pintura simbolista no depende de la técnica, sino en el contenido.
  4. Los pintores de la Escuela de Pont Aven pueden llegar a pintar la hierba roja si así lo sienten. El color se aplica en grandes manchas y con tintas planas. En las pinturas hechas fuera del estudio, las sombras son pintadas explícitamente con el color azul del cielo, tal como se refleja en las superficies, dado una sensación de frescura y libertad nunca antes vista en la pintura.
  5. El nabismo goza de total libertad en la composición y en la utilización del color.
  6. Se sirven de los colores pardos, ocres y azulados. Y trabajan el temple sobre cartón. Con esta técnica consiguen amortiguar los colores.
  7. Se inclinan, cada vez más, por una pintura pura, abriendo paso con esta teoría al fauvismo y a la abstracción.

martes, 16 de octubre de 2007

Un articulo: Talento, con que se come eso? de Sumito Estevez

Parte de la tarea. ¿Por qué me gusta la columna? Está escrita con sentido de la estructura, comienza con un párrafo sobre Mozart que parece abandonarse aunque, a medida que se avanza, uno se da cuenta de cómo se relaciona con el resto de los temas.
Es variada.
No se necesita ser chef para disfrutarla.
Ofrece una nueva perspectiva sobre la gastronomía, en la voz de un experto.


Los tocados por Dios
El director de cine checo Milos Forman, en su grandiosa película Amadeus (1984), nos regaló una escena que me marcó hondamente. Me refiero a aquella en la que el compositor italiano de ópera Antonio Salieri (interpretado magistralmente por Murray Abraham) se topa con el manuscrito de una pieza de su archirival Mozart. Se trata de una obra maestra escrita a primera mano y sin tachones, como si Dios, literalmente, se la hubiese cantado en el oído al genio de Salzburgo. Salieri, que había dedicado toda su vida a trabajar arduamente para obtener el prestigio del que ya gozaba, casi llora de desesperación al ver que hay personas que simplemente nacieron tocadas por Dios.


El síndrome de Van Gogh
En cocina he vivido cientos de veces esta historia. He conocido muchos y buenos cocineros que no tienen mucha edad, pero que son capaces de deslumbrar. En mi interrelación con ellos me he dado cuenta de que ven al mundo de la gastronomía desde una perspectiva que es incluso transparente para mí. He conocido muchas y buenas cocineras capaces de impresionar por su capacidad técnica sin haber pasado por una escuela; cocineros que generan ideas que, por obvias, nadie había notado o cocineras que simplemente logran que con cada bocado la gente se sienta feliz de pertenecer al género hedonista de los humanos.

Pero, en muchos casos, estos genios han sido destruidos por la mortal combinación de halago y mercado ávido de estrellas, y con tristeza pasamos a ser testigos de un eclipse prematuro. Particularmente, en cocina es bastante peligroso el "halago poco objetivo". Tarde o temprano, éste hace que el cocinero olvide su labor de servidor, al punto de sentir que se encuentra por encima de las circunstancias y que, por lo tanto, si su "obra" no es del agrado de la clientela es porque no es comprendida.

Tal vez un Van Gogh se pueda dar el lujo de esa espera, pero no un cocinero. En muchas profesiones, la excusa de la incomprensión puede hacer que el sueño sea más liviano gracias a un ego intacto, pero no así en la cocina. La incomprensión no baja la santamaría, por usar la referencia clásica del negociante que cierra el negocio luego de una jornada de trabajo, ni paga la nómina. Las galerías de las obras maestras de los cocineros se llaman restaurantes, es decir: negocio.


Los que no se quedan parados
Cuando a un latinoamericano se le presenta una situación inesperada, corre por los alambritos y, como sea, le sale al paso a la emergencia. Es verdad también que si nos piden algo que no esté planificado en el manual de operaciones de la empresa, nos la inventamos y "primero muertos que quedarnos parados"... pero cometemos un error tremendo: no documentamos nuestras geniales soluciones. Así que, cuando se presenta de nuevo una situación similar, volvemos a apelar a nuestra brillante inventiva.

Son muchas las veces que, a modo de generalización grosera, he escuchado la frase "los gringos son brutos, pues si los sacan del guión no saben responder". Es posible que la estructura cultural de los anglosajones los lleve a paralizarse ante lo inesperado, pero igualmente es cierto que no permiten que les suceda de nuevo. Inmediatamente generan una metodología y, sobre todo, la documentan.


Receta, ¿para qué?
Otro de los errores más comunes que cometemos los cocineros es que detestamos escribir. Un manual de operaciones en la cocina de un restaurante es una joya de colección y si entendemos que la razón de un restaurante es cocinar todos los días el mismo plato de manera idéntica, este hecho no deja de ser inaudito.

Muchas veces el genio individual de un jefe de cocina sostiene airoso los errores emanados de la brigada, pero es una forma de dirigir los esfuerzos en la dirección equivocada. Y es que en lugar de crear o generar ideas, este genio se pasa el tiempo colocando parches donde corresponda. Me consta que los cocineros que integran la brigada de un restaurante sueñan con que les entreguen por escrito las recetas, las especificaciones necesarias y, sobre todo, que los entrenen para reaccionar ante posibles errores... ese manual nunca llega. Y lo que es más triste, idea no escrita es idea perdida.

Cada vez que dejamos de documentar no sólo repetimos esfuerzos sino que perdemos una página de eso que llaman la memoria histórica y que en el caso de los cocineros se denomina simplemente: recetario.


A veces
Cuando alguien posee talento y lo dilapida por no entrenarse, nos hallamos ante una enorme injusticia cósmica. Como bien dicen los anglosajones, tener talento es un don y los dones se agradecen ejerciéndolos para el bien de los demás.

Mozart tenía un talento único pero, a diferencia de muchos que lo poseen, él corrió con suerte porque también resultó trabajador. En general, el mundo no termina en manos de los talentosos sino de los constantes.

A veces nace alguien con un talento enorme y se lo agradece a Dios ejerciéndolo. Para hacerlo se entrena, decide trabajar duro y deja un legado documentado. Esos, como Mozart o Da Vinci, son los imprescindibles.

Un articulo: La batidora, de Adriana Villanueva

U na siente cuando la están mirando extraño, por eso bajé la vista para ver si tenía la bragueta abierta o zapatos de distinto color. Después de cerciorarme de que el escote de la blusa no daba picón, miré el reflejo de mi rostro en una tostadora para constatar que no estaba despeinada o tenía corrido el maquillaje y, aunque me hacía falta un poco de color, tampoco vi nada de qué avergonzarme.

¡Entonces por qué rayos en la sección de electrodomésticos de la tienda Éxito todo el mundo me estaba mirando raro! La parejita que parecía recién casada, tan tierna con sus franelas del Che Guevara "él y ella", que ilusionados llenaban el carrito de artefactos, al verme agarrar una batidora se quedaron boquiabiertos y casi dejan caer al piso la tostiarepa. Quizás peco de paranoica, pero sentí que se reían de mí. La señora que no sabía qué plancha comprar me miró con profunda lástima. Hasta la niñita que armaba una pataleta porque quería la licuadora de la línea Mickey Mouse, dejó de llorar para abrazar asustada a su mamá. Lo peor fue la cara de estupor del señor que se llevaba la televisora de plasma que, al ver mi futura batidora en el carrito, se le sintió un grito reprimido en el alma: "¡Pero bueno mija, en qué país crees que estás viviendo!".

Si llevara un elefante rosado entre mis compras habría llamado menos la atención en el hipermercado de Terrazas del Ávila, sobre todo cuando dejé la nutrida sección de electrodomésticos y llegué al escuálido departamento de alimentos con la batidora. Aún sin saber cuál era mi desliz, decidí obviar las miradas burlonas y apresurarme en terminar el objetivo de ese jueves en la tarde: las clases estaban por comenzar y a mis niños les gusta llevar ponqué en la lonchera. Me preguntaba cuántos mercados haría falta visitar para conseguir los ingredientes para preparar un sencillo ponqué.

Afortunadamente, harina de trigo había en Éxito, también limón para rayarle un poco de cáscara a la mezcla.

El problema empezó con los huevos: el ponqué lleva 6 y en Éxito no había ni 1. No me preocupé, los buhoneros en la calle los venden. La margarina repostera se me había terminado, en Éxito sólo había con sal. Azúcar, ¿desde cuándo no hay azúcar en los mercados? Creo que en junio fue la última vez que llegó al abasto cerca de mi casa y, aunque me regalaron 2 kilos en mi cumpleaños, no me queda lo suficiente para preparar un ponqué. Dicen que se consigue en Petare, que los buhoneros venden a 3.000 bolívares el paquete de a 1.000, que a veces la tienen en Mercal y que, quienes madrugan, con suerte encuentran los preciados cristales blancos en los mercados de Chacao, Coche, Guaicaipuro y Quinta Crespo.

A pesar de que con los ingredientes conseguidos en Éxito no podía preparar el ansiado ponqué, no di la tarde por perdida: como iluminados por una luz divina, encontré los dos últimos litros de leche que quedaban en el hipermercado. A lo mejor podría estrenar la batidora preparando un chantilly. En la casa tenía gelatina. Si tan sólo tuviera huevos y azúcar.

Fue en el momento de pagar, ante la mirada atónita de la cajera al cobrar el artefacto, cuando caí en cuenta de mi excentricidad, que no fue sino una combinación de ingenuidad, escapismo, rebeldía y fe, porque en esta Venezuela de estantes vacíos y de alimentos que no se encuentran por ningún lado ¿qué carrizo se puede preparar con una batidora?

miércoles, 3 de octubre de 2007

Semana 1 El Impresionismo

¿En qué contexto surge?

El siglo XIX estará caracterizado por la estabilización del modelo capitalista como forma económica predominante, la empresa parece independizarse del hombre, la máquina cada vez más ocupa un lugar predominante en la sociedad y las teorías socialistas comienzan a ventilar una verdadera lucha de clases, en la cual el oprimido –por el dinero, por las empresas- toma conciencia de esta desventaja y lucha por mejores condiciones.
En buena parte este modelo podía verse este situación igualmente en el arte. Los pintores de la Academia de Bellas Artes de Francia dominaban el panorama artístico, sus temas preferidos eran los históricos, religiosos, mitológicos y retratos; mientras los paisajes y las naturalezas muertas eran descartadas. Los colores eran sombríos y conservadores. La Academia organizaba anualmente el Salón de Paris y quienes participaban en él eran en definitiva quienes ganaban premios, dinero y prestigio.
Había un “arte oficial” y un “arte independiente”, fomentado por el emperador Napoléon III.
Por su parte, los pintores jóvenes trabajaban en colores más vivos, recreando paisajes y escenas de la vida contemporánea. Todos los años pintores jóvenes intentaban entrar al Salón, pero sus pinturas eran descartadas por trabajos más triviales pero que cumplían con los requisitos estéticos de los jurados. Llegaron al punto de rechazar en 1863 El almuerzo sobre la hierba de Edouard Manet, básicamente, porque la mujer que se presenta junto a dos hombres estaba desnuda. Al ver esta injusticia Napoleón III decidió que era el momento de que el público juzgara por sí mismo y se organizó el primer Salón de los Rechazados. No fue sino hasta 1874 cuando Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, Cézanne, Berthe Morisot, y Edgar Degas organizaron una exposición en el estudio del fotógrafo Nadar. Louis Leroy, crítico y humorista que asistió a la exposición, escribió acerca del cuadro Impresión: amanecer, lo siguiente: “Impresión. No me cupo duda. Me estuve diciendo a mí mismo que, dado que estaba impresionado, alguna impresión tenía que haber allí (…) ¡Y cuánta libertad! ¡Cuánta liberalidad en la mano de obra! El papel tapiz en su estado embrionario está más logrado que ese paisaje marino”. De aquí surge el término Impresionismo que será acogido por el público.

¿Quiénes eran?

Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, Cézanne, Berthe Morisot, y Edgar Degas

¿Qué hacían?

Los pintores impresionistas van a salir de su estudio a locaciones exteriores para buscar la belleza simple de la naturaleza y a sus “humildes contemporáneos”, en contraste con la tradición, en la cual los pintores incluso cuando trabajaban con paisajes, lo hacían en sus estudios.
La visión es relativa del objeto y su circunstancia y del pintor, por eso Manet decía “Yo pinto lo que veo, y no lo que otros quieren ver”.
Los tres problemas claves del Impresionismo habían sido la luz -las cosas son diferentes con diferente luz-, el espacio –no hay dramatismo ni escenografía sino que se puede apreciar por un detalle, por la relación de dos elementos del cuadro, por un enfoque diferente o por la gradación de la intensidad lumínica- y el momento, por una necesidad de plasmar el instante, lo fugaz.
Pintaban escenas realistas de la vida moderna donde importaba era el efecto general y no el detalle.


¿Cómo lo hacían?

1. Utilizaban pinceladas cortas y espesas para capturar rápidamente la esencia del objeto más que sus detalles. Se pintaba de manera rápida.
2. Los colores se aplican uno al lado del otro con la menor mezcla posible para crear una superficie vibrante. La mezcla óptica ocurre generalmente en el ojo del espectador.
3. Los grises y otros tonos oscuros se producen mezclando colores secundarios. En el Impresionismo puro el uso del negro se evita.
4. Se coloca pintura húmeda sobre pintura húmeda, sin esperar al secado, con lo cual hay mezcla de colores.
5. La superficie de las obras impresionistas es generalmente opaca.
6. El juego de la luz natural se enfatiza. Se presta mucha atención al reflejo de colores de cada objeto.
7. En las pinturas hechas fuera del estudio, las sombras son pintadas explícitamente con el color azul del cielo, tal como se refleja en las superficies, dado una sensación de frescura y libertad nunca antes vista en la pintura.

El Impresionismo como padre de las vanguardias


Como anota Houser todo el arte moderno es producto de la improvisación; todo depende de la idea; de que el sentimiento, la disposición de ánimo y la inspiración son más fértiles están relacionados más directamente con la vida que la intelección artística, el gusto crítico y el plan preconcebido. Los elementos más valiosos de la obra de arte son ocurrencias fortuitas, hallazgos, regalos de una inspiración divina, lo mejor que puede hacer el artista es dejarse llevar por su inventiva. Algunas de las afirmaciones que parecieran desprenderse de este arte son: “Porque yo lo siento así”, “porque yo lo quiero así”.
Se admite una inagotabilidad del objeto representado, se duda de la capacidad del arte para vencer la realidad, a contracorriente clara de los clásicos.
En términos económicos, dado su contexto histórico, el artista impresionista será el primero en no depender de la corte y poder vender sus pinturas a un público independiente. El artista tenía que sacar al mercado sus obras para poder venderlas, así la exhibición era una de las necesidades esenciales de esta nueva generación de artistas.

Fin del Impresionismo

Se encontraron con el paredón del callejón cuando se dieron cuenta que toda su revolución había consistido en poner los colores desde el tubo directamente en el lienzo, sin pasar por la paleta, pero que por lo demás, no habían inventado nada que no se había hecho desde Giotto: Pintar lo más fielmente lo que veían: una cara con dos ojos si el modelo tenía dos ojos; un caballo de un metro sesenta centímetros de alzada si el animal tenía esas medidas; un río de doscientos metros de ancho con un puente de cinco arcos si el río tenía doscientos metros de ancho y cinco ojos el puente. Era bueno que desapareciesen, dejando paso al expresionismo del siglo XX: permitir a los artistas volver a las raíces de todo el arte: el arte africano.
Sin embargo, el impresionismo es una de las corrientes artísticas más aceptadas por el público, con más seguidores, exposiciones y bibliografía que refiera a ella, algunas expertos comentan que es, en gran parte, por su mezcla de tradicionalismo y modernidad.

lunes, 1 de octubre de 2007

Semana 1: Introducción

¿Qué es el arte?

El gran arte en general se pregunta: ¿Cómo se puede hallar sentido a la vida humana? ¿Cómo podemos nosotros participar en ese sentido?
El arte no es cuestión simplemente de las obras que pertenece a uno u otro período, el arte son las obras, los artistas que las produjeron y las circunstancias que envolvieron a la rtista, a la obra y a su producción.

¿Por qué estudiamos historia del arte?

La historia no existe, suelen decir los expertos, es, simplemente, lo que cuentan los historiadores. En el caso de la historia del arte, para cualquier artista gráfico, es necesario entender que nada se crea “del vacío”, “del natural”, que la espontaneidad no es más que una trampa.
Para poder realizar trabajos que tenga cierta vibración, relevancia y valor para su público debemos conocer de dónde venimos, cómo fuimos pasando por donde pasamos y como ese camino puede indicarnos hacia dónde vamos o podríamos ir.