U na siente cuando la están mirando extraño, por eso bajé la vista para ver si tenía la bragueta abierta o zapatos de distinto color. Después de cerciorarme de que el escote de la blusa no daba picón, miré el reflejo de mi rostro en una tostadora para constatar que no estaba despeinada o tenía corrido el maquillaje y, aunque me hacía falta un poco de color, tampoco vi nada de qué avergonzarme.
¡Entonces por qué rayos en la sección de electrodomésticos de la tienda Éxito todo el mundo me estaba mirando raro! La parejita que parecía recién casada, tan tierna con sus franelas del Che Guevara "él y ella", que ilusionados llenaban el carrito de artefactos, al verme agarrar una batidora se quedaron boquiabiertos y casi dejan caer al piso la tostiarepa. Quizás peco de paranoica, pero sentí que se reían de mí. La señora que no sabía qué plancha comprar me miró con profunda lástima. Hasta la niñita que armaba una pataleta porque quería la licuadora de la línea Mickey Mouse, dejó de llorar para abrazar asustada a su mamá. Lo peor fue la cara de estupor del señor que se llevaba la televisora de plasma que, al ver mi futura batidora en el carrito, se le sintió un grito reprimido en el alma: "¡Pero bueno mija, en qué país crees que estás viviendo!".
Si llevara un elefante rosado entre mis compras habría llamado menos la atención en el hipermercado de Terrazas del Ávila, sobre todo cuando dejé la nutrida sección de electrodomésticos y llegué al escuálido departamento de alimentos con la batidora. Aún sin saber cuál era mi desliz, decidí obviar las miradas burlonas y apresurarme en terminar el objetivo de ese jueves en la tarde: las clases estaban por comenzar y a mis niños les gusta llevar ponqué en la lonchera. Me preguntaba cuántos mercados haría falta visitar para conseguir los ingredientes para preparar un sencillo ponqué.
Afortunadamente, harina de trigo había en Éxito, también limón para rayarle un poco de cáscara a la mezcla.
El problema empezó con los huevos: el ponqué lleva 6 y en Éxito no había ni 1. No me preocupé, los buhoneros en la calle los venden. La margarina repostera se me había terminado, en Éxito sólo había con sal. Azúcar, ¿desde cuándo no hay azúcar en los mercados? Creo que en junio fue la última vez que llegó al abasto cerca de mi casa y, aunque me regalaron 2 kilos en mi cumpleaños, no me queda lo suficiente para preparar un ponqué. Dicen que se consigue en Petare, que los buhoneros venden a 3.000 bolívares el paquete de a 1.000, que a veces la tienen en Mercal y que, quienes madrugan, con suerte encuentran los preciados cristales blancos en los mercados de Chacao, Coche, Guaicaipuro y Quinta Crespo.
A pesar de que con los ingredientes conseguidos en Éxito no podía preparar el ansiado ponqué, no di la tarde por perdida: como iluminados por una luz divina, encontré los dos últimos litros de leche que quedaban en el hipermercado. A lo mejor podría estrenar la batidora preparando un chantilly. En la casa tenía gelatina. Si tan sólo tuviera huevos y azúcar.
Fue en el momento de pagar, ante la mirada atónita de la cajera al cobrar el artefacto, cuando caí en cuenta de mi excentricidad, que no fue sino una combinación de ingenuidad, escapismo, rebeldía y fe, porque en esta Venezuela de estantes vacíos y de alimentos que no se encuentran por ningún lado ¿qué carrizo se puede preparar con una batidora?
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